Poner rumbo hacia un mar que a partir de septiembre y durante el invierno es un escenario infernal, más que una temeridad, es un suicidio. Más aún en el año en que se registraron las mareas más violentas de la historia de la navegación documentada hasta ese momento. A pesar de todo ello, en Mayo de 1588 la que se llamó Felicísima Armada tomó rumbo a Flandes para embarcar a las tropas de los durísimos y bragados Tercios. Llegados al Canal de la Mancha ante la resistencia inglesa y las malas condiciones climatológicas, rodear Inglaterra y Escocia y bajar por la costa occidental de Irlanda se antojó como la única opción. El 21 de agosto de 1588, la Felicísima Armada dejó atrás las islas Orkney para adentrarse en el Atlántico Norte. Hasta ese momento 112 barcos permanecían indemnes. Hasta que los vientos huracanados que ese otoño de 1588 azotaron Irlanda salieron al paso de «los castillos sobre el agua» de Felipe II. El resultado fueron 24 naufragios, una tragedia que tuvo lugar en algunos de los lugares más bellos de Irlanda su escenario. A partir de ese momento el capitán Cuéllar inició un peregrinaje por la isla de Irlanda digno de cualquier película de Hollywood…
No te pierdas esta serie de dos artículos sobre la figura legendaria del capitán Francisco de Cuéllar.
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